A lo largo de estos años, sumergida en la música, aprendí muchas cosas: Conocí que el tiempo no es sinónimo de éxito sino la vocación y convicción de siempre ser la mejor versión de uno. Aprendí que las caídas no son sinónimo de pérdida sino de un inicio a un camino de transformación. Entendí que hay muchxs que te darán la mano en ciertos momentos y otros momentos y situaciones que te harán dudar hasta de ti misma. En este fascinante mundo de la música entendí que más allá de hacer melodías para los oídos es mucho más precioso cuando es para los corazones, y cada canción, frase y sentir puede llegar a conectarse con la fibra más delicada de cada ser humano. En el mundo del arte aprendí a ganar y aprendí a caer, aprendí a verme y valorarme no solo como artista sino como una humana imperfecta que hace arte.
En este mundo tan caótico, resurgió en mi las ganas de volar y dar una mano amiga a aquellxs que necesitaban la mía, y que nunca es tarde para dar un granito a quien más lo necesite. Gracias a la música me torne en un ser invencible, donde mis sueños eran más grandes que mi propia cabeza y con muchas ganas de compartir y hacerlos realidad. El ser artista es increíble, pero el ser mujer y levantarse muchas veces de los contras del sistema, demostrando mi fortaleza es mucho mejor.
De todas maneras, el amor y respeto empieza por uno mismx, por tu trabajo, por los demás sea quien sea, sea quien desea ser. Nunca tengas miedo a abrir el corazón.